Jueves 19 de Septiembre de 2024

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SOCIEDAD

19 de septiembre de 2024

Tiene 16 años y 72 detenciones por robos

Arrancó a los 13 en Buenos Aires y no paró.

Lo atrapan y casi antes de que la policía termine el papeleo, él ya está de nuevo en la calle, en busca de una nueva víctima, o en Constitución, quizás, si es verdad que todavía vive en el domicilio que figura en su documento y en los archivos que certifican que entre el 30 de octubre de 2020 y el 10 de junio pasado fue detenido 71 veces y liberado prácticamente de inmediato otras tantas veces.


A T. E. M. (su nombre completo no se publica por razones legales) volvieron a arrestarlo ayer, después de haberle robado el celular a una mujer y una cadenita de oro a otra en la zona de Recoleta, uno de sus típicos “cotos de caza”. Ahora está en el Centro de Admisión y Derivación “Úrsula Llona de Inchausti”, donde, a pesar de que es prácticamente un niño, es un viejo conocido de celadores y psicólogos del CAD.
 

Es imposible saber si lo suyo es un récord. 

 

Quizás lo sea, y la cifra (72 arrestos, y contando...) impacta. Lo que es un hecho es que la historia y el prontuario de T. son la demostración empírica de la actual incapacidad del Estado para reencauzar las trayectorias de chicos en conflicto con la ley, sujetos a una difusa tutela judicial (con un sistema que apenas se interesa por ellos) y alejados de las instituciones formales de la sociedad (escuela, clubes) que podrían darles guia y cobijo.

 

“Así no se puede seguir”, dijo el ministro de Seguridad porteño, Waldo Wolff, que insiste con la imperiosa necesidad de contar con un régimen penal juvenil que permita aplicar sanciones a los adolescentes que circulan sin detenerse por la “puerta giratoria” del sistema judicial cada vez que son aprehendidos. Su jefe político, Jorge Macri, sube la apuesta: consideró que chicos como T. deberían recibir la misma pena que un mayor. 

 

“Menor que comete un delito de adulto debe ser juzgado como adulto”, postula. El foco es el castigo, la etapa final que representa el fracaso de la prevención.


T. ya había sido noticia luego de una de sus últimas detenciones. A mediados de abril lo atraparon junto a otro adolescente con el que asaltaba a quien cruzara por el túnel de Anchorena y Perón, a metros del Parque de la Estación, espacio lindero a las vías del ferrocarril Sarmiento, a un palmo de metros de las ruinas del boliche Cromañón, en el Once.

El modus operandi era osado, aunque bastante rudimentario: al que lo frenaba el tránsito lo corrían. El golpe que intentaron el 14 de abril a las 22.13 bajo la lluvia quedó registrado en un crudo video. Esa vez, T. estaba vestido igual que ayer, cuando fue detenido a 12 cuadras de Plaza Miserere, en Ecuador al 900, y todavía tenía consigo el celular Samsung y la cadenita de oro que acababa de robar en Recoleta.

Ese de abril fue su arresto número 70, el cuarto del año, en el que ya registra (con la de ahora) seis entradas al CAD del Inchausti. Pero su prontuario revela que desde fines de 2020 estuvo muy activo en las comunas 1, 2, 3, 13 y 14, concretamente, en el centro porteño, Balvanera, Recoleta, Palermo y Belgrano, barrios a los que llega a través del subte, en los ejes de las líneas H y E, fundamentalmente.

A partir de este año las cosas comenzaron a ponerse un poco –solo un poco– más difíciles para T.: hasta el año pasado era inimputable para la ley penal argentina, por lo que tenía claro que, para él, pasar por la “puerta giratoria” de la Justicia era prácticamente un juego.

Desde el 28 de julio de 2021, cuando personal de la Comisaría Vecinal 14C lo detuvo por hurto, hasta la lluviosa noche del excéntrico intento de robo a un motodelivery en el paso bajo nivel de Once de mediados de abril pasado, nunca dejó de delinquir y fue aprehendido todos los meses. Una curiosidad: nunca fue arrestado en enero; no queda claro –los papeles oficiales no lo develan– si se tomaba vacaciones del delito o si viajaba a algún centro turístico a hacerse el verano robándoles a los ocasionales viajeros.

La lista es larguísima: en 2021 fue detenido 13 veces por robos y hurtos, la mayoría de las veces, en la zona del Botánico, el shopping Alto Palermo, la Plaza Las Heras; tres arrestos en agosto, tres en noviembre, otros tantos en diciembre, dos en octubre y uno en julio y en septiembre.

Lo de 2022 fue un récord: 34 detenciones en al menos cinco comunas porteñas entre el 1 de febrero y el 6 de diciembre; prácticamente no hubo semana que no lo vieran pasar fugazmente por el instituto de menores. En mayo cayó cinco veces, una de ellas, por tenencia de estupefacientes y otra, por robo en poblado y en banda; en septiembre, otra media decena de arrestos. Irrefrenable, incorregible...

Así lo reflejó el ministro Wolff en un posteo en la red social X: “71 veces detenido. Entra y sale. Una vez cada 15 días. La Policía de la Ciudad hace muy bien su trabajo, pero así no se puede seguir”. Y agregó: “Solo en ocho días detuvimos a 74 menores en diferentes hechos delictivos. La policía los detiene y lo va a seguir haciendo, pero sin una nueva Ley Penal Juvenil van a seguir saliendo”, agregó.
 

En 2023 pasó 18 veces por el Inchausti, tres de ellas, en diciembre, siempre por los mismos delitos. Ese año se terminó su “pase libre” como menor inimputable. 

 

Eso no significó, no obstante, que T. no siguiera con su carrera al margen de la ley. El 16 de febrero de este año fue detenido por agentes de la Comisaría Vecinal 14C por robo; el 5 de marzo pasado, por hurto y amenazas en jurisdicción de la Comisaría Vecinal 9B, cerca de la cancha de Vélez; el 5 de abril, por un robo a metros de la Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe; el 14 de abril, por el intento de robo a motociclistas, automovilistas y peatones en el túnel de la punta del Paseo de la Estación, en Balvanera, y el 10 de junio último, por un robo cerca de Lavalle y la peatonal Florida.


La “suerte” que T. parece haber tenido en julio y en agosto se le terminó ayer: personal de la Comisaría Vecinal 3A de la Policía de la Ciudad recibió la alerta de que un ladrón adolescente le había robado el teléfono celular a una mujer en Santa Fe y Coronel Díaz, y a otra le había arrebatado una cadenita de oro en Córdoba al 2600.

Los uniformados lo rastrearon con el auxilio de los operadores del Centro de Monitoreo Urbano (CMU) del Ministerio de Seguridad y atraparon al adolescente en Ecuador y San Luis, a solo una cuadra del lugar del robo en la avenida Córdoba. Tenía encima el teléfono y la cadenita que acababa de sustraer.

Tras el arresto, el jefe de gobierno porteño señaló: “Nuestra postura en la Ciudad es clara: cometer delitos tiene consecuencias, el orden y la seguridad no se negocian. En este caso se trata de un menor que comete un delito de adulto, por ende, tiene que ser juzgado como adulto. Detenemos menores una y otra vez, y no hay consecuencias. Es imperioso que se discuta el nuevo régimen penal juvenil”.

El Juzgado de Menores N°5, a cargo del juez Gonzalo Matías Oliver de Tezanos, ordenó el traslado del adolescente imputado al Instituto Inchausti, a esta altura, una especie de “segundo hogar” para T.

Ya sabe todo lo que vendrá: como reza el protocolo, como no cometió un delito de los más graves (que obligaría a su remisión a un establecimiento de régimen cerrado, como el Instituto Agote), desde el CAD del Instituto de Menores debe ser derivado al Programa de Acompañamiento e Inclusión en el Ámbito Socio-Comunitario (Paias), un programa del Consejo de Niños, Niñas y Adolescentes (CNNyA) del gobierno porteño en el que un grupo interdisciplinario (trabajadores sociales, psicólogos, operadores) traza un plan de trabajo de acompañamiento para promover “la responsabilización y valoración de los derechos del otro”, en una intervención que tiene una finalidad de ejecutar una medida penal “reparadora y socioeducativa con fines de brindar herramientas para la construcción de un proyecto de vida en comunidad”.

A la luz de los antecedentes, en el caso de T. la resocialización parece, a esta altura, una utopía.



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