Esta semana se visibilizaron en diferentes plataformas casos explícitos de extrema violencia política, mediática y digital, sin precedentes en nuestra comunidad. El blanco fueron mujeres que hacen política y cumplen o cumplieron funciones públicas. No nos da igual la violencia.
En la pantalla de medio estatal Canal 11, Juan Carlos Mereles, panelista del programa Hola Mañana, descalificó a una diputada provincial refiriéndose a ella como “loca”, “tavyrai”, “tilinga” y “loca psiquiátrica a la que hay que internar”. Al día siguiente, en el aire del mismo canal, en lugar de tratar el tema con la prudencia y la seriedad que ameritaba, resaltaron los dichos del periodista, porque se había vuelto “famoso”.
En una página de Facebook -que se sostiene por el amarillismo y el morbo de las noticias falsas, Evelio Ríos publicó noticias falsas que involucran la vida privada de cuatro funcionarias. Todas, mujeres. Hace años que la violencia y la mentira son los mecanismos de este portal para amedrentar a mujeres que se dedican a la política.
Los medios de comunicación, en esencia, son dispositivos que pueden fortalecer la democracia, dando espacio a las diferentes miradas y voces con las que construimos la realidad. La crítica es una herramienta válida en la prensa para resaltar algo positivo o negativo, para hacernos pensar, para incomodar, cuestionar y, sobre todo, mejorar la sociedad. Por eso, una persona que trabaja en una redacción o a través de una pantalla tiene una gran responsabilidad social. Pero la libertad de expresión tiene un límite: la violencia. La violencia genera violencia y el escenario se vuelve cada vez más peligroso.
El Gobierno de Javier Milei y La Libertad Avanza instalan narrativas de odio y desprecio hacia las mujeres y LGBTI+. Estos discursos violentos allanan el camino para la reproducción de otros y la violencia se materializa en actos concretos. Nadie pone freno y quienes toman decisiones, quienes tienen los micrófonos, quienes inciden en las redes sociales no asumen las consecuencias.
No queremos que estas prácticas se instalen en Formosa. Nos preocupa la falta de criterio de algunos medios locales y nos alerta que se corran los límites de la democracia para avanzar con lógicas que buscan hacernos retroceder en derechos y espacios conquistados. Les molesta que ocupemos espacios de decisión, nos quieren débiles, buscan silenciarnos. ¿Este es el mensaje de los medios y periodistas en el mes de las Mujeres Trabajadoras y en la semana de la Lucha contra la Violencia de Género en los Medios de Comunicación? Subestiman la fuerza de nuestro movimiento.
Por todo esto, y desde el hartazgo y la vergüenza ante el estado de nuestro oficio, el periodismo: repudiamos la violencia y la misoginia (en todos los ámbitos, en todos los tiempos). Exigimos el cumplimiento de la Ley Micaela -enviada por el Gobernador Insfrán en 2020 y sancionada por la legislatura provincial- que obliga a los tres poderes del Estado a capacitarse en género e invita a otras instituciones a capacitar a su trabajadores. Incentivamos su aplicación en los medios y portales, sobre todo los que reciben pauta estatal.
Acompañamos a todas las mujeres que resisten en la política bajo las lógicas patriarcales y complejas, que incluso pueden ser reproducidas por otras mujeres. Abrazamos a las que luchan desde otros espacios también masculinizados. Nuestro compromiso es con la construcción de un sentido que nos ayude a todas y todos a avanzar hacia una sociedad con más capacidad crítica, cada vez más inclusiva, más amable, más humana. Nuestro repudio es para quienes violentan, niegan derechos y actúan con irresponsabilidad, machismo y misoginia. Nuestra preocupación es por quienes la dejan pasar. Nuestra invitación es para que pensemos en qué sociedad queremos vivir. No permitamos la violencia.
Periodistas Feministas de Formosa